Lo malo es que la semana que tengo que trabajar también la tiene que trabajar Raúl, así que ahí tenemos un pequeño problema. Las opciones son que se lo lleve a su madre al pueblo (que ya estará de vacaciones) y se vuelva a Madrid a trabajar o que se vaya él también al pueblo y teletrabaje desde allí.
Ninguna de estas soluciones es muy satisfactoria porque las dos siginifica tener a Daniel lejos una semana entera. Pero así es la vida y hay que organizarse. No me quiero ni imaginar cuando el niño vaya al colegio y tenga todas esas vacaciones que tenía yo de niña. Pero lo mejor es ir solucionando los problemas según vayan surgiendo.
Este año nos vamos a ir a los pueblos de las madres porque así ahorramos y no nos pegamos la paliza como en otras vacaciones. La verdad es que sido una temporada matadora y necesitamos paz y descanso. Aunque con el enano por ahí danzando no sé hasta que punto vamos a poder disfrutar de algo de tranquilidad, a pesar de tener a las abuelas dispuestas a echar un cable con él.
Cuando empecé a plantearme la temporada estival lo flipé un poco y decidí transformar uno de los cuartos en habitación de juegos, pero luego caí en que íbamos a estar poco en casa. Ahora me ha dado por buscar juegos educativos que pueda hacer con mi bebé para que se divierta y aprenda. ¡Qué típico de los padres! Pero a estas edades hay muy pocas cosas que podamos hacer. Sólo animarlos a que se muevan y hablen. Y Daniel no necesita mucha motivación. No para y hay que ver el torrente de sonidos que sale ya de su boca. Por fin dice "ma", lo malo es que también ha aprendido a decir "no". Aunque por supuesto aún no es consciente de lo que dice.
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