¡Ya tenemos mandada la carta a los Reyes y casi todos los objeto de deseo de mis hijos conseguidos. Nos quedan regalos para la familia pendientes, pero ¡oye! Que no estamos ni en diciembre. Es todo un récord.
Este año los peques no han pedido mil cosas como en Navidades anteriores. Quieren cuatro cosas y una que vale por mil: el bonoparques. En realidad esto se lo hemos metido en la cabeza el padre y yo porque nos parece que le podemos sacar bastante partido ya con estas edades. Además, se sale de lo normal y no ocupa espacio.
La historia es que dicen que han pedido cuatro cosas porque así se aseguran de que las traigan todas. Aún es pronto para cantar victoria, pero yo creo que más o menos sí tenemos casi todo lo que hay en la carta. Daniel no para de repetirme este mismo argumento todos los días junto con la lista de cuatro cosas que ha pedido. "Porque como he pedido poco me lo van a traer, ¿Verdad, mami? Pero todo, todo ¿no? Todito".
Cansada ya de que me diera la matraquilla le solté un día bruscamente. "¿Y a mí que me cuentas? Díselo a los Reyes". Entonces, el mayor de mis churumbeles, con sus nueve añazos recién cumplidos, me miró a los ojos muy serio... y me soltó la bomba: "Esta bien mamá. Pongamos las cartas sobre la mesa. Te lo digo a ti porque creo que los Reyes son los padres". Jooooo, ¿tan pronto? Y lo que es peor, ¿¿¿¿con su tierno hermanito de siete años al lado????. "Mamá, confiesa de una vez. No pasa nada. No me importa. En realidad, los Reyes son los padres ¿A que sí?"
Me quedé petrificada, no sabía qué decirle, así que le solté lo primero que me vino a la cabeza: "Hijo, que ilusión me hace que me hayas ascendido a Reina. Ya no soy madre, sino Madre Reina. ¡Y encima maga! Si es que no puedes ser más amor..."
"¡Mamá! ¡Que hablo en serio!"
"Y yo, y yo, que me hace muchísima ilusión que pienses que puedo repartir regalos a toooodos los niños del mundo. Es una trabajo taaaan bonito. Yo ahí, haciendo felices a un montón de peques..."
"¡¡Mamaaaa!!", bramó el primogénito. Por cierto que Iván Iba dando saltitos de mi mano sin darse por aludido ante tamaña cuestión de la vida.
"Sí, que debo ser maga, sí. Porque para para venir de Las Palmas de Gran Canaria a Madrid a dejar los regalos y volver para que cuando lleguemos del aeropuerto os los encontréis allí hay que ser maga experimentada...", le solté.
Mi niño se quedó mudo, sin argumentos... Y eso es mucho decir si se trata de él. Resulta que en Navidad nos repartimos medias vacaciones en Madrid y media en Las Palmas. Desde hace tres o cuatro años ha coincidido que los billetes más baratos eran los que cogían el día de Reyes con lo que pasábamos fecha tan significativa a 23 ó 24 graditos y con la familia canaria. Después, a la vuelta se encontraban el estudio lleno de regalos de los Reyes.
Yo contaba con que mi hijo no se acordara de que siempre, invariablemente, cada vez que nos subíamos al coche para ir al aeropuerto yo exclamaba inquieta "Ay ayayayay, que creo que no he apagado la calefacción. Subo a comprobarlo y bajo en un minutito". Son detalles en los que un niño no suele reparar, así que logré tambalear los cimientos de sus dudas razonables.
Después de un buen rato de pesado silencio en el que casi podíamos escuchar el ruido de los engranajes de su cerebro discurrir hizo un gesto de clarividencia y exclamó: "¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! ¡Los Reyes es nuestra portera!" y salió corriendo a interrogar a la susodicha. La pobre tuvo que aguantar su tercer grado completamente pasmada. Incluso accedió a un registro sorpresa de la portería para que el crío se convenciera de que ahí no guardaba ningún juguete.
"Esta bien", se giró hacia nosotras muy decidido, "No creáis que me engañáis. Pienso registrar cada centímetro de nuestra casa y volver a meterme en la portería porque seguro que no los tienes porque todavía no te han llegado" aseguró con el dedo en alto. ¡Jolín! Que tenaz. Evidentemente, lo primero que hizo en cuanto llegó a casa fue revolvérmelo todo y ponerme de los nervios. No porque vaya a encontrar los regalos, que están en un lugar que él no alcanza, sino porque lo sacaba todo y no creáis que se preocupaba en volver a ponerlo en su sitio. "¡¡Daniel, te matoooo!!", "Jo, mamá. Como te pones. Eso es que ocultas algo!", "Síiii, que te vas a quedar sin turnos de videojuego este fin de semana como no vuelvas a colocar cada cosa en su sitio", "¡¡Mala!!", "Gruaaaaarl"
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