Una tarde mis churumbeles me pidieron todos los cojines y mantas que pudiera darles. No me fiaba mucho, pero aún así se los di. Me encantan que jueguen con su imaginación, aunque sabía que luego la que se encarga del estropicio post juego soy yo.
Con lo materiales que les di se montaron una nave interestelar tripulada por gatos alienígenas de la que el comandante era, como es lógico, fantasmita. El minino miraba tan pancho por la ventana como suele ser su costumbre ajeno a su acelerado ascenso en la nave.
Los peques recorrían la nave pidiendo comida y bebida rarísima en una máquina sintetizadora de alimentos (un cojín pequeño), tumbándose en sus camitas enrollados cual gatitos (otros cojines muy grandes), revisando los motores de la nave, limpiándola, etc... Todo muy mono y tranquilo para lo que suelen ser ellos. Yo estaba encantada y muy tentada de sacarles todo el ajuar para que jugaran.
Pero, de repente, se les escapó el comandante por el pasillo. ¡Oh no! Fantasma había sido raptado por una raza alienígena desconocida. ¡Había que ir a la armería y rescatarle! (ainsss) ¡Pum, pam payun payun! ¡Que no escapeeeen! Salvemos a nuestro comandante.
El comandante, por su parte, se había acomodado en la mesa del estudio a mirar por otra ventana. Se ve que se había cansado de las vistas interestelares del salón. Cuando lo encontraron intentaron convencerle con buenas palabras para que volviera a la nave, pero un maullido amenazador acabó con las negociaciones. Los peques decidieron que no debían contradecir al más alto rango de la nave si no querían un mordisquito o zarpazo de advertencia por rebeldes. Sus razones tendría. Seg entre uro que estaba observando a la nueva raza alienígena. Por cierto, aún había enemigos que cazar, así que volvieron a adentrarse en el pasillo para emboscarlos.
Y ahí fue cuando Daniel empujó a Iván, que le lanzó una patada trasera, que le valió un coscorrón de su hermano... en fin. Que comenzaron las batallas entre las filas del ejercito gatuno y se acabó el juego entre lloros de unos, de otros y bramidos maternales.
Conclusión: Iván ofendido en su habitación, Daniel ultrajado en la suya, Fantasma a su bola y mamá a recogerlo todo ella solita. Si es que lo sabía...
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