miércoles, 24 de febrero de 2010

Conjuntivitis




Estaba en el trabajo tan tranquila cuando, de repente, se me paró el corazón. Mi móvil sonaba y en su pantalla se leía claramente el nombre de la guardería de Daniel. Por mi mente pasó como el rayo una hipotética visita a urgencias con un bebé enfermísimo. De los nervios no atiné a contestar a la primera (es que lo móviles de hoy en día son muy complicados. Y los táctiles ya ni te cuento). La cuidadora me "tranquilizó" enseguida. "No, mujer. Si lo que pasa es que tiene conjuntivitis y no podemos tenerlo aquí porque es contagiosa". ¡Mi pobre niño con conjuntivitis! Y yo atrapada en mi oficina. Rápidamente llamé a Raúl, que tiene horario flexible (el típico timo para que trabajes doce horas en vez de ocho).

Por supuesto, se puso en marcha enseguida. Aunque sin el más mínimo rastro de preocupación. Me juró y perjuró que me mantendría informada, pero algo en el tono de su voz me decía que pensaba que yo estaba exagerando. Mientras él se encaminaba diligente a la guardería. Yo marqué otro número en mi movil: el del centro de salud. Milagro. Me lo cogieron a la primera. Pero no podía cantar victoria. La chica me explicó pacientemente que no podían atender al niño inmediatamente porque a las 12.00 tenían un curso en el centro de salud, así que hasta mañana no podían hacer nada (así funciona la seguridad social). Pedí cita para el día siguiente jurando en arameo y llamé a Raúl para decirle la mala nueva y preocupame por la salud de nuestro tierno retoño.

Como siempre, el papá estaba tan pancho: "El niño está estupendo. Sólo tiene unas legañitas de nada en los ojitos". Es una suerte tener un marido tan tranquilo. Si no fuera así ya me habría dado un ataque de histeria más de una vez (puede que me haya dado alguno de vez en cuando. Es cuestión de caracter).

Cuando llegué a casa, en tiempo record, me encontré al papi y al hijo jugando en la cama tan felices. Le limpié los ojos a conciencia (al niño, no a Raúl).

Al día siguiente la pediatra dijo que no tenía nada grave y que con la higiene adecuada se le iría quitando. Era una pequeña conjuntivitos derivada del resfriado. Así que al día siguiente lo tenía de vuelta con sus compañeros de clases para pegarse mutuamente todos los virus habidos y por haber.

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