La enfermera me ha soltado de buenas a primeras que a lo mejor no le podía vacunar porque su ordenador tenía fallos informáticos y le daba problemas. Yo he hecho un gesto significativo para indicarle que la comprendía y amablemente le he preguntado por el problema. ¿Se ha caído el servidor, un virus infomático, se ha borrado algún fichero importante... Pues no, nada de eso. El problema venía por el ratón. No le funcionaba el ratón. Así que no podía acceder ni a las citas del día, ni a los informes, ni a nada. Debía haberlo adivinado. Así son en la empresa pública. No tienen ni un ratón de repuesto para estos casos. Le deseé suerte a la enfermera para que le proporcionaran el dichoso ratón antes del próximo año y le rogué que le pusiera las vacunas al niño, porque ya que me había armado de valor... Y, sobre todo, que ya estaba allí y no es cuestión de perder el poco tiempo que tengo (aunque ahora mismo lo esté perdiendo en este blog).
El caso es que se apiadó de mi y me ordenó que desvistiera al enano de cintura para abajo. Así lo hice y Daniel no dejaba de sonreir y de chupar las patitas de su pijama. Hasta que llegó el pinchazo. Entonces empezó a berrear y a cogerse con fuerza a mis manos. Y yo empecé a hacer esfuerzos para no llorar con él. Mi niño pobrecito.
Afortunadamente esta vez fue mejor que la anterior, hace dos meses. Daniel se calmó en cuanto la enfermera sacó la aguja de su piernecita. Fue casi milagroso. Le di unos besitos y volvió a sonreir como si nada.
Ahora a estar atenta por si le sube la fiebre. Tengo el Apiretal a mano. Para aquellos que aun no son padres les diré que el Apiretal es el medicamento estrella para bajar las fiebre de los bebés. ¡Ala! Id aprendiendo por si acaso.
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