miércoles, 10 de febrero de 2010

La nueva guardería

Raúl y yo hemos decidido mudarnos al barrio donde vive Chari, mi suegra. La razón es Daniel, por supuesto. Con lo que viaja mi pareja necesito que me echen una mano. Yo tengo que entrar a trabajar a las 6.45 y ese horario no hay guardería que lo resista. Así que estamos preparando todo para cambiarnos de casa.

Uno de los asuntos pendientes más importantes es el cambio de guardería de Daniel. No me hace ninguna gracia ahora que se ha acostumbrado a la suya, pero no queda más remedio. Además, va a ser un traslado muy radical, porque va a empezar las ocho horas desde el primer día. Lo papis ya estamos trabajando y no podemos hacer otra cosa.

Ayer fui a ver la nueva morada de mi bebé y me quedé alucinada. Era bastante pija. Las esquinas estaban redondeadas, los enchufes estaban altos y con medidas de seguridad, las ventanas sólo se podían abrir a una altura a la que no pudiera llegar un niño subido en una silla, las puertas de los baños tenían un sistema para que los pequeños no se pudieran pillar las manitas… vamos un despliegue de seguridad infantil nunca visto por esta inexperta madre. Pero eso no fue lo más sorprendente. Resulta que por petición de los padres que ya tiene allí a sus hijos tengo que lavar las sábanas de la cuna del mío, llevar un biberón para cada toma y lavarlos en mi casa cada día, los pañales de mi hijo llevarán sus iniciales… y toda una serie de medidas hechas al gusto del padre más tiquismiquis y desconfiado del mundo. Esto beneficia enormemente a la guardería que se ahorra un montón de trabajo, pero me fastidia profundamente a mí que soy la que se va a hacer cargo de ese trabajo.

De todas formas, como la guardería estaba bien y encima está al lado de la nueva casa transigí con tanta tontería pijo paternal y decidí reservar la matrícula. Se lo comunico a la directora y me dice que no sabe si quedan plazas. Entonces ¡para qué me haces el paseíllo y me metes el rollo! Además de que el día anterior me había dicho que sí me admitían al niño. ¡Uuuuuy! Creo que no le he parecido lo suficientemente pija para el centro. Aún así, como insistí e insistí por el bien de mi hijo, y la cercanía de la guardería, finalmente me reservó la plaza. La suerte está echada. Espero que mi hijo no me venga un día diciéndome: “ O sea, mami, Borja María me mordió”.

2 comentarios:

  1. Yo también espero que no te diga nunca eso... ni nada parecido, vaya ;)

    Un besote!

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  2. He de confesar que lo bebés parecía muy normalitos, pero tan pequeños nunca se sabe jeje.

    Besos

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