Últimamente no paramos de hacer manualidades en casa. Cómo se nota que el tiempo no acompaña para hacer vida en la calle. Mi chico mayor trajo del cole un CD decorado para el árbol y una preciosa tarjeta. Aún así, pensé que faltaban adornos en casa. Le pregunté a Daniel si quería que hiciéramos una vela y una tarjeta navideña de decoración y se prestó encantado.
Saqué los elemento imprescindibles que había comprado horas antes en un todo a cien y empezamos nuestras pequeñas obras de arte. Pegamos unas pegatinas como motivo principal en la vela y el cartón que nos iba a servir de base para la tarjeta. La vela la pegamos en un plato de plástico y alrededor dispusimos una guirnalda navideña naranja. Pegamos dos bolas de árbol en oro y plata para completar el conjunto.
En ese momento, Iván se cansó de jugar solito y exigió participar en el juego. Cómo veía peligros en todo no le dejé tocar nada. Aunque, después de tanto protestar consiguió un par de bolas, que rompió enseguida. Les separó el cordón y tuve que requisarlo.
Mi hijo mayor me pidió emocionado que abriera las estrellas verdes de purpurina. Pusimos cola en la superficie elegida y le abrí el bote. Le advertí que no las echara todas, pero le faltó tiempo para derramar millones de estrellitas diminutas por toda la mesa. Le reñí por no haberme hecho caso y le dije que ya no íbamos a seguir con la actividad. Tanto lloró que me ablandó el corazón y le prometí que en cuanto recogiera el desaguisado seguiríamos. Me costó bastante, pero al final volvimos a centrarnos en la decoración con Iván rondando por la mesa a ver si le caía algo.
Daniel me pidió que le abriera la purpurina roja. Le quite la tapa y le volví a advertir que no la tirara toda. ¡Volvió a hacerlo! Le reñí y le aseguré que ahora sí que habíamos terminado. Lloró un poquito y se sentó delante de la tele a esperar a que terminara de recogerlo todo de nuevo. Cuando vio que lo guardaba todo, retiraba los papeles de periódicos (Era imposible recoger toda esa purpurina) y los tiraba a la basura se puso como un loco.
Me mantuve en mis trece cada vez más enfadada. Seguí quitando purpurina de los rincones más inesperados para evita que el bebé se la comiera. Cuando me di la vuelta vi cómo el mayor empujaba al pequeño de malas maneras. Le grité que ni se le ocurriera volver a hacerlo. Cuando me volví a girar vi a mi niño apoyarse con todas sus fuerzas sobre Iván, Que me miraba con una carita que parecía decir "'Sálvame!". Ofuscada por el mal comportamiento de mi hijo mayor se me cruzaron los cables y ¡Plaf! le metí un bofetón. No fue muy fuerte, pero a los peques el gesto les basta. Se puso a llorar desconsolado mientras yo seguía recogiendo el desaguisado sin creerme aún lo que acababa de hacer.
Minutos después, abracé a mi chico mayor y le hablé calmadamente sobre lo que acababa de pasar. Mi chiquitín dejó de llorar en cuanto lo senté en mis rodillas y asentía a todo lo que yo le decía. Con la culpa royéndome las entrañas le prometí que seguiríamos con la decoración navideña. Daniel se sentó muy contento en la mesa a la espera de que volviera a forrar la superficie con el papel de periódico. En mi ataque de ira había tirado las tijeras a la papelera junto con los periódicos y no me acordaba de dónde había dejado la cola. Al final fue apareciendo todo y por fin estuvimos listos de nuevo.
Entonces, de repente, me entró la llorera. Abracé a Daniel y le pedí perdón por la bofetada. Él me pidió perdón también y me aseguró que lo hacía todo mal. "¡Pero si tú lo haces todo bien!" Exclamé y empecé a enseñarle dibujos suyos, "¿A que son preciosos?" El chiquillo asintió entusiasmado. "Vamos a hacer la decoración" me pidió animado, "pero la purpurina la pones tú ¿Vale, mamá?".
Me quedé pensando. A lo mejor le pido demasiado. Sólo tiene tres años. A lo mejor aún es muy pequeño para no derramar toda la purpurina aunque no quiera hacerlo. A lo mejor es demasiado pequeño para expresarse con soltura ante mis regañinas. Me sentí muy mal por no haber sabido ponerme en su lugar.
Nos pusimos manos a la obra con los adornos y a partir de ahí todo fueron sonrisas. Excepto por parte de Iván, que seguía queriendo coger los tubos de purpurina, experimentar con las tijeras, comerse la cola... Y siempre estaba su mamá ahí para fastidiarle la diversión.
Cuando acabamos por fin nuestros adornos, los pusimos en un mueble del salón para que se vieran bien. Quedaron preciosos. Entonces, Daniel me pidió ver un capítulo de Los Vengadores y yo aproveché para dedicarle tiempo al más pequeño.
Todavía me duele la bofetada que le di. Aunque Daniel parece haberlo olvidado.
que adormos más chulos!!
ResponderEliminarmujer están en la edad de portarse mal aunque hombre hay que educarlos tranquila!
Hay que educarlos, pero con cabeza. Me temo que me pudo el enfado y el castigo fue demasiado para la acción del peque :(
EliminarSon cosas que pasan y sí te ves desbordada actuas sin pensar... A el ya se le ha olvidado seguro y tu no te tienes que sentir culpable para nada... Lo mejor de todo es que compartes todo tu tiempo con ellos y eso es lo que ellos recordaran siempre. Eso y lo bonito que han quedado los adornos!!
ResponderEliminarFelices fiestas paraa todos!
Me temo que también se acodará de vez en cuando de la bofetada y me lo recordará como hicimos mis hermanos y yo con mi madre. Los niños se acuerdan de los bueno y de los malo, pero también es verdad que nadie es perfecto. Ni las mamis ni los hijos. Lo importante es ser feliz la mayor parte del tiempo. Gracias por lo ánimos.
EliminarQue paséis una feliz Navidad, a veces nos superan lo importante es que a través de ti también aprenden a pedir perdón.
ResponderEliminarNo lo había visto desde ese punto de vista. Gracias
EliminarLas situaciones a veces nos superan.
ResponderEliminarLo ideal sería poder irnos a otra parte cuando sentimos que estamos a punto de perder el control, pero no siempre se puede.
Lo más importante es la excelente lección que le has dado a tu hijo: saber pedir perdón cuando creemos que nos hemos equivocado.
No todo el mundo es capaz de hacerlo.
Es verdad que eso sería lo ideal, pero con los dos peques enredando fue muy difícil :(
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Me consuelan mucho.
Hola guapa ando muy liada pero no queria dejar de decirte Feliz navidad!
ResponderEliminarFeliz Navidad guapa!!!
EliminarNo te preocupes, a veces perdemos la paciencia. Ya veras como, a medida que crecen, pasa menos veces (y menos que una vez es cero). Eso sí, cuando sean adolescentes tendrás que acostumbrarte a malas contestaciones porque sí. Luego piden perdón, pero las hormonas les juegan tan malas pasadas como a nosotras cuando estábamos embarazadas.
ResponderEliminarFeliz Navidad, Dácil.
Gracias por el consejo. No había pensado en la etapa adolescente y espero tener toneladas de paciencia acumuladas para entonces.
Eliminar¡¡Feliz Navidad!!
No te sientas culpable. Yo era de lo más rebelde así que me llevé unos cuantos bofetones... No quedé para nada traumatizada. Creo que les duelen más a las mamis que a los nenes. Las decoraciones quedaron preciosas. Un besote!!!
ResponderEliminarTu comentario me deja más tranquila. ¡Te lo aseguro! A mí mi madre no me pegó nunca. Éramos muy obedientes. Estos genes deben venir de la parte del padre ;)
EliminarYo creo que aquí habéis aprendido una gran lección los dos, bajo mi punto de vista, tres, son todavía pocos años para pedirles ciertas cosas a nuestros hijos... A veces es cierto que como madres podemos llegar a perder los nervios, y es lógico que luego te sintieras tan mal, seguro que después de esto serás capaz de respirar antes de llegar a ese extremo. Aprovecho para desearte unas Felices Fiestas!!
ResponderEliminarTienes toda la razón. A mí se me ha quedado grabado que a veces exijo demasiado al chiquitín y ahora pienso más las actividades. Espero no volver a perder el control de esa manera.
Eliminar¡¡Feliz Navidad!!