Una tarde de estas en las que el tiempo no acompaña decidí pasar un rato en casa, que, últimamente pisamos poco. Me temo que mis churumbeles están agotados y parte de su mal comportamiento es culpa mía por confeccionarles una agenda demasiado apretada.
Daniel me pidió dibujar y yo satisfací su deseo encantada. Le saqué los rotuladores, las ceras, los lápices, folios y una libreta para que diera riendo suelta a su imaginación. Me dejó de piedra cuando vi que su primer dibujo era una A perfectamente reconocible. Me la enseñó orgulloso y luego hizo unas cuantas más. Tras la primera letra del abecedario me dibujó un montón de caras, aunque ninguna sonriente ¡Que pena!
Luego la cosa se puso más complicada y me empezó a enseñar sus "dragones", "excavadoras"... Incluso un túnel por donde pasaba un tren. En todos los bocetos habían elementos reconocibles. Es la primera vez que no hace rayones a lo loco. Es increíble lo que está aprendiendo en el cole.
Me despisté un segundo con su hermano y cuando volví se había usado a si mismo de lienzo. Es mejor no dejarle solo con los rotuladores.
En otra ocasión, preparé todo para que el mayor jugara con las acuarelas a su gusto, incluso le hice sellos con patatas para que los estampara. A su lado me puse con Iván y las ceras. Con Daniel me senté antes para que empezara a hacer sus primero pinitos pictóricos, pero con mi bebé me he dejado ir un poco. El chiquitín se prestó al juego entusiasmado. Mientras Daniel hacía su obra de arte (a la que yo llamaría Mantel tras cena de Navidad), Iván hacía rayitas y garabatos en el folio tan feliz. El único problema fue que no pude estar en todo como a mí me hubiera gustado. Mi chico mayor quería que le cambiara al agua del vaso constantemente y yo tenía al pequeño en brazos y no podía atender su demanda. Acabó enguarrando los folios con agua a y pintura a mogollón y dejándome la cocina hecha una asco. Con lo que tocó reñirle para que desistiera en seguir con ese comportamiento.
Mientras tanto, Iván había decidido que ya era hora de probar a que sabían esos palotes de colores tan divertidos y con ello sobrevino mi decisión de acabar la sesión de pintura. Para desolación del mayor que se lo estaba pasando pipa. Cuando le hice entender que ya era hora de limpiar y recoger se sentó frente la tele y me dijo que eso lo dejaba para mi. Comiéndome la ira que me subía desde el mismísimo estómago, le obligué a "limpiar" conmigo mientras trataba de que Iván no empeorara el caos. Evidentemente, el bebé acabó atado a la trona y frente a los Cantajuegos. Moviendo las manitas y los pies al ritmo de la música, mientras Daniel y yo limpiábamos recogíamos. Mas bien yo. Todo sea por despertar el lado artístico de mis retoños.
Da igual cuando acabes las "sesiones" divertidas, ellos nunca tendrán suficiente. Mi hijo piensa en jugar desde que se levanta hasta que se acuesta y estoy segura de que sueña que está jugando! ;)
ResponderEliminarBesos
Lo de tu hijo me parece maravilloso. Se nota que es un niño feliz
EliminarEs inevitable a veces que acabe todo perdido y que lo de recoger no les haga mucha gracia.
ResponderEliminarSi te sirve de consuelo, piensa que les has dado ratos muy entretenidos con estas actividades.
Os admiro a las mamás múltiples y como sois capaces de dividiros para atender a todo y a todos.
Besos
Pues tú eres una de ellas. Desde luego lo que cuentas en el blog es muy útil. A mí me dan ganas de poner en práctica todo.
EliminarMenudos artistas que tienes en casa. Explota su lado más creativo ;)
ResponderEliminarTengo las paredes decoradas con arte modernísimo jaja
EliminarTanto esfuerzo merece la pena por ver lo qué ellos disfrutan pero sí que es verdad qué te dejan echa polvo sobre todo cuando toca recoger todo!! Jeje. Pero me encanta ver la de cosas qué.haces con ellos...
ResponderEliminarAl final recoger no suele ser muy complicado, pero Daniel tiene que aprender a recoger porque ya es muy mayor. Lo malo es que pensara que es muy injusto que su hermano no recoja también.
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