El mágico libro de los cuentos infinitos

Gracias a la suerte gané en el sorteo para seguidores de Gololo y Toin El Mágico Libro de los Cuentos Infinitos. Una joya literaria descatalogada muy original y divertida. Tanto para el que escucha como para el que lee.

Desde que leí la reseña en su blog me había llamado poderosamente la atención y por eso me llevé una alegrón tremendo cuando vi mi nombre. Estaba deseando enseñárselo a mis fieras. Bueno, enseñárselo no. Más bien leerlo, porque si un niño mira sus páginas desaparecen sus poderes mágicos.

En cuanto pisamos la casa, me fui corriendo a por el libro y me presenté en el salón con él gritando "¡Sorpresa!".

"¡Para míiiiii!" gritaron a la vez los retoños. Que claro lo tienen. A Duras penas les convencí para que abrieran la cerradura del candado del libro y se sentaran bien lejos a escuchar. Cada vez que levantaba la vista del libro les veía un poco más cerca, un poco más cerca, un poco más cerca... Hasta que uno u otro se abalanzaba de un salto para descubrir que había en las hojas del libro mágico. Les amenacé mil veces con dejar de leer si no dejaban los ataques sorpresa, pero ellos tenían muchas ganas de verlo por dentro y no dejaban de intentar sorprenderme con la atención baja. Incluso alguna vez que había empezado a leer una párrafo lo dejaba a la mitad y les decía que había desaparecido y había aparecido otro. "Si seguís así estad seguros de que la magia se va a esfumar", les advertí muy seria.

"Anda mami", me contestó el mayor, "apuesto que tienes varias opciones de cuento para leer en cada página". ¡Blanca me quedé! Vaya demonio de niño. Había acertado de pleno. El libro está lleno de párrafos diferentes en cada página para elegir y formar un cuento distinto en cada ocasión.

Al final, insistieron tanto que acabé por dejarles ver el libro. Curiosamente les hizo muchísima gracia el mecanismo. Daniel insistió en hacerle la magia a su padre cuando viniera del trabajo, pero tenía que estar vestido de mago. "Si no, no vale, mami". En ese momento oímos la cerradura en la puerta.

Le pedí al papá que esperara un minuto en la entrada y eso es lo que tuve para convertir a Daniel en mago improvisado. Un sombrero de papel de cucurucho y una camiseta negra del padre y va que chuta. Que el libro ya daba el detalle mágico perfecto para el conjunto. No es el mejor disfraz del mundo, pero en un minuto no me pidáis milagros. Me hubiera gustado que al menos el cucurucho tuviera estrellas pintadas, pero para eso hubiera necesitado al menos otro minuto y Raúl se impacientaba.

Por fin, le dimos paso al salón y flipó con el libro. Daniel empezó a inventarse una leyenda superchachi sobre él y a divagar y divagar... Tanto que al final no dio tiempo de que leyera ni un poquito (yo creo que lo hizo a posta, porque no le mola nada leer). Terminó por enseñarle muy feliz el truco del libro y se fue directo a la bañera. Eso sí, sin gorro, ni camiseta, ni libro, que no es a prueba de agua por muy mágico que sea.

Muchas gracias Gololo y Toin. Nos ha encantado y nos va a dar muchísimo juego.