Hay que ver como empuja y cómo se coge toda la cama para él. Acaba tumbándose en perpendicular a nosotros para poder ocupar más espacio. Aunque sólo estemos con él uno de los progenitores, siempre acabamos en el filo del abismo y él, muy pegadito, muy pegadito a nosotros, esperando la ocasión de darnos el último empujón y lograr, por fin, sacarnos de la cama.
La otra noche no dejaba de darme patadas para que me moviera y si persisto en mi posición empieza a gruñir y gimotear con lo que sale a cuenta cambiar la postura. Aunque llega un momento en que los progenitores se hartan y le devuelven a su posición original para poder descansar en paz. Como es un niño muy cabezota se remueve de nuevo para buscar su espacio (uno muy grande para un niño tan pequeño).
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