La última vez que me presenté en el pediatra sin avisar me dijo la médico que tenía que preguntar en la puerta si había hueco. A mi me pareció raro, ya que en recepción tendrán todas las citas, pero no si los pacientes van a fallar en el último momento y se forma un aprovechable hueco en el que colar a tu bebé. Pero como soy muy obediente me dirigí al mostrador. La chica me tomó los datos y me mandó de urgencias. Yo le recalqué que iba por si había alguien de repente, y sin avisar, decidía no acudir a la cita médica, pero ella me contestó que lo único que podía hacer era enviarme de urgencias. Entonces me atendería el profesional que tuviera tiempo en ese momento.
Tuve suerte y fue mi pediatra la que me llamó. Lo malo fue que lo hizo para echarme una pequeña bronca "amistosa". Me dijo que el niño estaba sanisimo, que si me parecía lo bastante grave como para llevarlo de urgencias (yo sólo quería que lo viera si tenía un gueco... Si no me lo llevaba al parque como todos los días) y que no lo trajera si no era porque había manchado el pañal diez veces en el día, había vomitado sangre o tuviera una fiebre de más de cuarenta grados. Me preguntó si yo lo veía enfermo y por qué quería torturarlo llevándolo al médico a que lo examinaran en vez de al parque. La verdad es que el enano estaba muy activo y empleándose a fondo en la consulta. De vez en cuando se giraba y nos ofrecía una amplia sonrisa ajeno al drama y a la verguenza por la que pasaba su madre.
Le dí la razón en todo a la profesional y me llevé al niño al parque un poco más tranquila con respecto a su salud, pero también bastante segura de que no pasarían muchos días hasta que la pediatra y yo nos volviéramos a ver las caras. Después de todo se acerca el invierno y es época de toses, mocos, resfriados, bronquiolitis, gastroenteritis y muchas enfermedades leves más que pululan por las guarderías.
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