Nada más girar la llave para salir de casa noto el olorcillo. Cierro con llave para que a mi niño mayor no se le ocurra abrir la puerta e irse a ver mundo por su cuenta. El caso es que el tufo inconfundible a pañal sucio me hizo volverme hacia Iván, sacarlo de la sillita en volandas para comprobar que las dimensiones del desastre eran extratosféricas y cambiarle de arriba abajo en cuestión de minutos. El bebé no puso nada de su parte, pero mamá siempre gana.
Con el chiquitín limpito y otra vez colocado en el carrito pese a su futil resistencia, salí pitando hacia el colegio del mayor. "No llegamos, no llegamos" farfullaba por el camino al más puro estilo "Conejito de Alicia en el País de las Maravillas". En un tiempo record dejé a mi primogénito en su clase y, más calmada, enfilé para la guardería del más pequeño, que se encuentra a un cuarto de hora largo.
Tras acabar con éxito la operación "dejar a los niños en el cole", me dediqué a mis labores: limpiar, recoger, hacer compra, mandar currículums, escribir en el blog... El tiempo se me pasa volando y ya estoy preparando meriendas, juguetes para el parque, toallitas por si los accidentes... Para correr a recoger a los peques.
Cuando estaba llegando a la guardería se me ocurre mirar el móvil y veo una llamada perdida en el móvil del colegio. Llamo angustiada y me dicen que Daniel se ha hecho caca y que tengo que ir a cambiarle. Sin pensármelo dos veces entro en la clase de Iván, lo recojo como una exhalación y corro a casa a por una muda. Por mucha prisa que me di, tardé una media hora en llegar al cole.
Menos mal que la profesora había cogido el toro por lo cuernos y le había limpiado como había podido haciendo tripas corazón. Nunca se lo agradeceré tanto. Marta, la profe, estaba envolviendo en papel higiénico el calzoncillo tóxico. Daniel estaba sentado en un banco con actitud vergonzosa y el resto de la clase estaba asalvajada en el tatami. Entré alegremente en la clase, saludando y abrazando a mi niño. Antes de que pudiera mediar palabra me confesó lastimeramente que se había hecho caca.
"Bueeeno Daniel. No pasa nada. ¿Quien no se ha hecho caca o pis alguna vez? ¿Verdad, niños?" Pregunté dirigiéndome a la clase. Los peques me miraron sorprendidos. Algunos enrojeció, otros asintieron casi sin darse cuenta y los más apartaron la mirada para mirarse los pies o hacerse los locos con el juguete más cercano. Mi hijo comenzó a sonreir de nuevo. "Además, te ha limpiado Marta ¡Qué suerte!" El peque se hinchó como un pavo. La profesora se reía sin saber si cortar mi intervención o dejarme seguir. Me dió el calzoncillo en una bolsa asegurando que estaba para tirar. "Mamá, no los tires que son muy bonitos" me rogó el niño. "Aquí no se tira nada" Aseguré yo. "Se lava, se desinfecta, se le echa lejía, a la lavadora... y otra vez en uso". me despedí de los niños diciéndoles adiós, agitando la mano y tirando besos. Sorprendentemente me devolvieron el saludo alegremente.
Me llevé a Daniel a casa porque ya casi era la hora de salir. Normalmente te dicen que lo cambies y lo dejes en el colegio para que no cojan la manía de hacerse pis o caca encima cada vez que se quieran ir a casa, pero en mi caso era una tontería dejarle para una cuarto de hora. El niño iba contentísimo. Le explicaba a quien se paraba a escucharle que se había hecho caca, pero que no pasaba nada porque le había limpiado Marta. Temerosa de que repitiera la hazaña, le expliqué que, efectivamente no pasaba nada, pero que era mucho mejor ir al baño a tiempo. "Vaaale mamá, pero si no te limpia Marta". "No cariño" apostillé, "Llaman a mamá para que vaya a limpiarte. La profesora te limpió porque yo tardé mucho". Para qué dije nada. Mi chico estaba aún más encantado con la idea de que su madre volviera a visitarle a su clase que con que le limpiara su "seño".
Menos mal que no me tuvieron que llamar al día siguiente. La profesora me contó a la salida que Daniel había pedido ir al baño como un campeón.
Y yo no entiendo siendo tan pequeños porque no los limpian las profesoras y os hacen llevar una muda, y si tu estás trabajando y no puedes salir a cambiarle??
ResponderEliminarNo pueden cambiar a cada niño se haga pis o caca y dar clase a la vez. es una profesora para 27 niños y de vez en cuando una auxiliar. Por lo que sé, no se le escapa a uno sólo. A lo mejor pasa con cinco o seis al día, porque para ellos ha sido un cambio muy grande y no tiene una forma mejor de expresarse. Creo que lo mejor es tratar el asunto de la manera más natural, quitándole importancia, para que el niño no se obsesione y acabe cogiéndole manía al cole. Gracias por preocuparte. Eres un sol.
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