domingo, 6 de enero de 2013

Carrera contrareloj para ver a los Reyes Magos

Nos perdimos la cabalgata de nuestro barrio porque, inexplicablemente, la hicieron el día cuatro y nosotros estábamos metidos todavía en el avión, pero no nos importó demasiado, porque aún nos quedaba otra posibilidad con mejores perspectiva para Danielillo. El día cinco quedamos en una ciudad cercana a Madrid con los primos de los peques para gritarles de los Reyes Magos a grito pelado que habíamos sido buenos y que nos trajeran muchos juguetes. Quedamos a comer para que los chiquillos jugaran juntos y los padres también... ¡a juegos de mesa! Bueno, en realidad, a uno, "Tobago", porque entre pitos y flautas se nos hizo tardísimo. El juego se lo había regalado el hermano de Raúl por su cumpleaños y es genial. Te engancha desde el principio: Pistas, tesoros, amuletos, maldiciones... Hay que pensar mucho para ganar... La partida se alargaba y se nos echaba la hora encima. Lo comenté en voz alta un par de veces, pero los anfitriones nos aseguraron que la cabalgata siempre empezaba tarde.

Intentamos hacer turnos rápidos, lo que nos hizo cometer errores tácticos, las dudas se quedaban el aire porque no había tiempo de consultar las reglas, aun así tuvimos que abandonar la emocionante partida si queríamos que los niños saludaran a los Reyes.

Corriendo y deprisa organizamos a la chiquillería y bajamos a la calle, pero... ¡Era demasiado tarde! Las familias bajaban felices recontando sus caramelos. El terror se apoderó de las madres, pero los padres no perdieron la calma y trazaron un plan para alcanzar a sus realezas. Nos metimos en los coches y comenzamos una trepidante carrera (respetando la velocidad y normas de circulación, por supuesto) para llegar a la otra punta de la población.

Las madres y los niños bajamos de los coches hacia la cabalgata mientras los padres aparcaban donde pudieran. Afortunadamente, todavía no habían llegado a ese tramo. Incluso, tardaron bastante en alcanzar nuestra posición. Lo que nos dio ventaja para encontrar puestos privilegiados.

Los niños miraban ojopláticos las carrozas pidiendo caramelos a gritos. La gente se los tiraban, o de los daban en mano, se los dejaban en la capucha cuando se agachaban a recogerlos del suelo... e incluso llenaron el saquito de la sillita de Iván, que ni se inmutaba cuando le regalaban la prohibida golosina.

Al pasar los tres Reyes los chiquillos se dejaron la voz asegurando lo buenísimos que habían sido ese año, cuando horas antes estaban haciendo el bruto en el sofá. Se lo pasaron genial y recogieron kilos y kilos de caramelos que luego iré regalando, porque aquí lo divertido es acaparar, comérselos es algo opcional.

Aliviados por haber alcanzado a tiempo a sus majestades no fuimos tan contentos a casa a prepararlo todo y esperarles durmiendo a pata suelta.

6 comentarios:

  1. jooolín que estress! jajaja pero al final mereció la pena!
    feliz año guapa!

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    1. Sí, menos mal que pillamos a sus majestades antes de que empezaran a repartir regalos de casa en casa.

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  2. Jajajaja madre mia menudo sprint!!
    Oye que mejor eso de ir a verlo a alguna ciudad del extrarradio porque verlo en la capital como que muy chungo no?
    Feliz año por cierto!

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    1. Es que en el centro hay demasiada gente y me da miedo que se me pierda alguno. Además hay que ir muy prontito para coger sitio... ¡Un rollo! Mejor ir a una más tranquilita. Ellos lo pasan incluso mejor y se cansan menos.

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  3. Qué no haréis los padres por vuestros hijos. Jajaja. Besotes!!!

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    1. Ya te digo. Yo creo que nos empujaba un terrible sentimiento de culpabilidad jaja

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